Era grande, de pelo negro, patas flacas y largas, y una mirada irreverente.
Estaba recostado sobre el mantel de una de las señoras que se ponen en la feria a vender los artículos menos pensados, tomaba el sol del medio día muy cómodamente, mientras la señora le reclamaba:
"Córrete divorcio, córrete!, no ves que no dejas pasar?!!!"
Nunca había entendido porqué lo habían llamado así, hasta ese día.
Se levantó, miró a su ahora ex señora, y se fue a vivir su vida de perros.
Constanza Cerda