sábado, 27 de septiembre de 2014

Descartes

-¿En qué piensas?
-En nada, y tu?

Y antes de que pudiera siquiera responderle, 
dejó de existir.

Constanza Cerda 

sábado, 13 de septiembre de 2014

Entretanto, vivir.

Y entre tanto, 
Dejaste de mirar a las personas a los ojos
dejaste de sonreír sin motivos
dejaste de pisar las posas de agua
dejaste de mirar al cielo
dejaste de mirarte a ti mismo
dejaste de mirar a los demás

Entre tanto, dejaste de caminar de la mano.
Dejaste de vivir.



Constanza Cerda 


lunes, 8 de septiembre de 2014

Los sin recuerdos

Hay varios de esos en el camino curvilíneo y veloz que bordea el rezago de lo que alguna vez fue un río, y que hoy es apenas una lágrima tierrosa escondida bajo el ruido de los camiones que la succionan.
Nunca he entrado en uno, ya que el viaje es tan curvilíneo, y tan veloz, que apenas deja tiempo para afirmarse y para rezar pidiendo por no morir desbarrancado.
Son como pequeñas casitas, tan variadas en forma, textura, tamaño y color como todas las que acompañan durante el camino.
Sólo se distinguen por su letrero, generalmente pintado a mano con letra cursiva como el camino, o imprenta como las vetas de los cerros que empinados abrazan la cuenca.
Como nunca he entrado, imagino que son lugares únicos de magia y ciencia.
En ellos, imagino que entran las personas amnésicas, que quizas por un golpe en el viaje quedaron sin memoria. Imagino que van también niños pequeños, de esos que apenas recuerdan lo que comieron al almuerzo, y también ancianos, que naturalmente recuerdan menos.
Aunque yo tengo mala memoria, nunca he entrado, pero imagino que dentro esta lleno de máquinas mágicas, con pasas, té verde y toda serie de químicos y recetas antiguas para la memoria.
Atendidos por lugareños se sientan los visitantes en una silla de madera con vista a la cordillera, les cierran los ojos, y en ese preciso momento hacen que la magia ocurra.

Sale una mujer de la mano de un niño, seguidos por un anciano de bastón y sombrero, cada uno con un objeto en su mano: una cajita, un tejido y un dulce. Se fueron felices para sus casas y detrás de ellos quedaba la pequeña casita con el letrero que decía:

"Recuerdos del cajón del maipo"

 Y mientras yo pasaba veloz en la micro, imaginaba cómo era posible comprar recuerdos.

Constanza Cerda 

viernes, 11 de julio de 2014

Aunque igual la vida, se encarga de solucionarlo.

No le hagas a otros lo que no te gustaría que te hicieran a ti.

Gran filosofía, alardeada por muchos, adoptada por pocos.

sábado, 5 de julio de 2014

Ella

Cuando nació, su pequeña figura apenas sobrepasaba el contorno de una de las manos de su padre.
El doctor que en esos años ayudó a su madre a traerla al mundo, les advirtió con poca esperanza que la niña viviría no más de una semana. 
Y así fue.
Vivió la semana más larga que alguien hubiera vivido jamás.

El día lunes lo dedicó por completo a patalear cuando algo no le parecía, a llorar cuando era incomprendida y a jugar con los primeros juguetes que le llegaron de regalo, los probó todos aunque eran apenas dos, y heredados de sus hermanas mayores. 
El día martes decidió darle vida a una de sus  muñecas de trapo, la sacó a pasear al patio, jugó con ella al sol haciéndola bailar como bailarina de ballet. Esa misma tarde esperó a que llegara su padre y jugó con él y sus hermanas a las escondidas. Como siempre se escondió detrás de la ventana, y su padre haciéndose el desentendido la pillaba sin que ella se diera cuenta, ella era la favorita.
Al otro día, no tuvo más opción que dedicarse a las labores domésticas, debía barrer, planchar, y cocinar. Cuando terminó aquello su padre le insistía en que debía cocer, tejer o bordar. Labores que no le eran del todo amigables y que muchas veces discutió con él, sin embargo la insistencia era intransigente. Él quería hacer de ella la mejor mujer, porque la tuvo en sus manos cuando nació y la vio pequeña como floreció, sabiendo que tendría una corta vida. 
El jueves salió a bailar con su vestido más bello y conoció a un hombre casi veinte años mayor que ella que la quiso mucho, desde que la vio por vez primera. El hombre la tomó de la mano y frente a toda la familia le pidió casarse con el. Así fue como pasó de ser soltera a ser casada teniendo apenas cuatro días de vida.
El día viernes, habiendo amado al único esposo que tuviere durante su vida, dió a luz a sus hijos, les puso zapatos, vestidos a ellas, sombrero a él y los acompañó al colegio y luego a la universidad. Para ese entonces su esposo ya no la acompañaba, pues falleció ese mismo día.
El sábado era su día favorito y lo aprovechó de sol a sol, lo tenía dedicado a sus nietos y nietas: los llevó de paseo, les regaló dulces, les tejió chalecos e incluso les enseñó algunos pasos de ballet que hasta pudo mostrarle a sus bis nietos. Esa tarde les hizo papas rellenas tal como se los hubiere prometido ese mismo día, celebró con hermosos regalos los cumpleaños de cada uno y les contó sus cuentos favoritos antes de dormirse.
El día domingo era el día de la misa, habiendo ya pasado toda la semana y habiendo vivido tantos momentos felices, se vistió para la ocasión: se puso el sombrero, su vestido favorito, se maquilló suave sus mejillas, tomó el rosario entre sus manitos temblorosas y se acostó en torno a las velas, rodeada por toda su familia, en la capilla de la iglesia. 

Ese fue su último día de vida, después de una semana larga.
Que había durado casi casi noventa años.

A mi abuelita, con amor.

Constanza Cerda


domingo, 4 de mayo de 2014

Despegar

Y así fue como me cupo toda mi vida en dos mochilas, 
y todas mis ilusiones en el corazón.
Empecé a pincelar la acuarela de mi propio destino, 
empapada en emoción.

No sentí el peso del equipaje, sólo sentía mis latidos y con ellos
los de quien me acompañaba en  la aventura, 
era fuerza pura, era el título de una aun no escrita canción.


Constanza Cerda Gosselin